lunes, 24 de enero de 2011

Los líderes que necesitamos

Tenemos en este país una deficiencia notable de cultura democrática, y se manifiesta en muchos aspectos, y quizá el más importante es el desconocimiento de cómo es el perfil de lo que es y debe ser un líder en el siglo XXI, donde no sólo sirve ejercer el poder sino el convencer.

Y esto no se debe como ciertos entendidos, mejor dicho una mayoría de ilustres críticos de la realidad de nuestra sociedad afirman: que es una cuestión genética o si se quiere étnica de nuestro colectivo nacional, de nuestro pueblo. O según otros podía atribuirse también a los residuos de nuestro largo y difícil caminar histórico hacia la democracia representativa.
Creíamos antes en los ilusionados setentas, que consiguiendo instaurar una estructura democrática era suficiente, una constitución, un estatuto, para garantizar que el que llegase a ganar las elecciones estaba acreditado como líder y además podría ser aceptable su ejecutoria y gestión subsiguiente, una vez en el poder.

Sin embargo con un análisis menos profundo y dramático, pero más expeditivo se puede llegar a detectar por qué escaseamos de suficientes líderes genuinos. Porque ocurre que los ciudadanos tampoco tenemos conceptos claros para evaluar a un dirigente.

Pero antes conviene adelantar, que hay un principio elemental y antiquísimo que dice: “no se adquiere por ciencia infusa las cualidades de un buen jefe”; ni por muchas licenciaturas o masters multinacionales y veloces que se tengan. Para mandar una nave importante, (municipio, empresa, institución, autonomía, nación, o continente), es imprescindible haber dirigido entes o amplios equipos multipersonales, en cometidos relativamente complejos y con responsabilidades materiales y económicas de entidad.

El que no ha ejercido el poder y no ha experimentado la responsabilidad del mando, le falta la experiencia necesaria que garantice su ejecutoria futura en cargos de mayor importancia por una parte; y por otra augura al cesar en el cargo, poca capacidad de enrolarse en la vida laboral, lo que presagia a su vez la necesidad de retener sillones de poder para no caer en el vacío.

Para concretar más, las notas que a mi juicio determinan y configuran lo que debe ser un dirigente o un líder político, social o empresarial son bastante diáfanas, e invito al lector a que analice a los jefes y líderes que conozca sean de la esfera pública o privada, para comprobar si las cumplen; y por otra parte se pueden hacer un autoexamen los que ocupen cargos de poder o los pretendan, sean cargos políticos en las futuras elecciones o puestos de dirigentes en general, públicos o privados.

PERFIL DEL DIRIGENTE DEL SIGLO XXI

CORAJE – VALOR
  • Conoce su misión en el ente que dirige.
  • Asume los riesgos, porque sabe a dónde ir, tiene visión.
  • Actúa, aunque a veces se vea David no teme a Goliath… lo estudia.
  • Decide con seguridad si tiene datos.
  • Delega con criterio confiando y apoyándose en lo más capaces.
  • Acepta las críticas, las valora.
  • Persevera y no se hunde fácilmente. Sabe cortar por lo sano aunque duela. Tiene energía para despedir al corrupto aunque sea su mejor amigo.
  • Gestiona el conflicto, aunque sea impopular. Sabe decir ¡basta!.

HUMANIDAD
  • Se compadece de los necesitados.
  • Escucha con suma atención porque sabe que es la manera de conocer.
  • Desarrolla y promociona a los demás. Reconoce el talento y la capacidad.
  • Trata con equidad y admite el derecho al error.
  • Gestiona la diversidad y se anticipa a los nuevos escenarios.
  • Es ecuánime, no prejuzga.
  • Dimite por razones éticas o por responsabilidad profesional.
  • Cree más en la cooperación que en la competencia.

OPTIMISMO
  • Es consciente que con una actitud positiva consigue más fácil y vive mejor.
  • Y así inspira y estimula a otros.
  • Los retos auténticos son oportunidades para él.
  • Sabe cómo gestionar los cambios, apoyándose en equipos potentes
  • Coge al toro por los cuernos, porque es un juego o un arte para él.
  • Se ríe de sí mismo y piensa que salvo la muerte “nunca pasa nada”.

AUTOCONTROL
  • Sabe cuidar su fuerza interior, que le da seguridad.
  • Sabe estar en calma ante situaciones difíciles, preparándose adecuadamente.
  • Se sabe adaptar, porque es curioso con el entorno.
  • Se cuida para soportar el estrés, con una vida sana y una hoja de ruta personal.
  • Sabe que irritarse no lleva a ninguna parte.
  • Vive el presente y lo aprovecha a fondo, para lograr un futuro mejor.

COMUNICACIÓN
  • Sabe o aprende a hablar en público y a escribir.
  • Así como estudiar y defenderse en el idioma necesario.
  • No insulta al adversario y se excusa públicamente si se pasa.
  • Pone la vida en lo que transmite, observando las reacciones del público.
  • Lo importante lo prepara en equipo, no con los más adictos, sino con los más capaces.

Creo que este es un análisis imprescindible que debemos hacer todos los ciudadanos, y los pertenecientes a cualquier entidad pública o privada, para evaluar a nuestros dirigentes, ahora y en el futuro incierto que nos aguarda, para saber quiénes son los buenos líderes. Estamos cansados de los líderes brillantes pero poco coherentes, y también de los que sólo tienen argumentos ad personam o vituperios para los adversarios. El aforismo de Lao-Tze es ilustrante:
“Al jefe bueno el pueblo lo alaba, al jefe malo el pueblo lo desprecia, y con respecto al auténtico líder el pueblo dice: lo hemos hecho entre todos”.

Juan Bautista Astigarraga
Pamplona 22-01-11
Del Colectivo Guazen