Los ciudadanos nos hallamos en estado “desactivado” en cuanto a implicación social y política se refiere.
Los años finales de la dictadura y el periodo de transición fueron de una especialmente intensa actividad política en Navarra. Participar, opinar, promover, manifestarse eran la respuesta al cansancio por la falta de libertades y el fruto de la ilusión y de la convicción de que aquel estado de cosas podía cambiar. La edad del dictador y la aproximación a Europa junto con la relación personal con la oleada de turistas y la elevación del nivel de educación, crearon un contagio de expectativas de cambio que generaba a su paso motivación y compromiso. El cambio fue social antes de ser político.
Actualmente, por el contrario, nos encontramos distanciados de la actividad política y de sus protagonistas y hacemos zapping al verlos en televisión a mayor velocidad que con los anuncios. Atendemos a nuestros intereses personales y seguimos al fin el consejo que nos dio el dictador “haga como yo, no se meta Vd. en política”.
Como resultado, nuestra democracia sigue siendo el ensayo tímido y limitado que se diseñó en la transición para evitar salidas de carril y, peor aún, los modos de hacer política han degenerado y el insulto, la distorsión torticera del lenguaje y los argumentos, el no escuchar ni dudar ni ceder, son modos de hacer política que se dan por buenos en la medida en que son habituales. La vista y el oído se acostumbran.
Activémonos. Lo sucedido con wikileaks y países árabes muestran el poder de la sociedad cuando la coordinación se hace posible. Durante siglos el poder nació de las armas para definirse después como proveniente de Dios e imponerse a una masa ignorante, paupérrima y en busca de pastor. Somos la Sociedad más formada e informada de la historia y poseemos los medios de comunicación que al menos teóricamente serían adecuados para coordinarnos y hacernos oír. No somos menores de edad, no somos ignorantes, ni somos carne de dictadura.
La manipulación no llegará más allá de lo que le permita nuestra pasividad. La ley electoral, las listas cerradas, el estilo dictatorial dentro de los partidos de los llamados a ser padres de la democracia, la autopublicidad de los gobiernos, el secretismo de la financiación de los partidos, etc., existirán hasta que nos posicionemos contundentemente en contra y logremos tener suficientes medios de comunicación independientes.
Como se ha comprobado en el norte de África, cuando la sociedad dice basta y cada ciudadano se hace consciente de que muchos de los que le rodean piensan como él y desean cambiar las cosas, la fuerza resultante es imparable incluso en regímenes brutales. En países democráticos debería resultar más fácil imponer mejoras de calidad de la democracia. Y es que no hay democracia o ausencia de democracia sino un cierto nivel de democracia en cada país y en cada fase de su historia, y el nuestro de hoy no es para tirar cohetes ni está en camino de mejorar si no le empujamos.
Activémonos. Creamos en nuestras posibilidades. Tomemos posesión de la palabra. Hagamos que la política institucional sea una mera canalización práctica del flujo de opinión social y no un mero voto pasivo a un candidato elegido a dedo por unos pocos, que dista de ser el mejor, salvo en la habilidad para ser elegido por los pocos afiliados que controlan su partido.
La juventud actual vive políticamente en una fase de oportunidad de mejora. La democracia limitada pensada para la transición es ya insuficiente. Se impone una revisión profunda de su funcionamiento real. Hay que elevar el nivel de calidad democrática y hacer uso de los maravillosos medios de comunicación y coordinación entre personas que hoy existen, siempre que que haya independientes. Seguimos con modos de hacer política de otra época cuando ya hemos entrado en la segunda década del siglo XXI, disponemos de internet en muchos de los hogares y tenemos un alto nivel de formación. Y si logramos que el mensaje de la necesidad de una democracia auténtica se extienda, será posible y real su mejora.
Los medios para mejorar la sociedad en general y su sistema político en particular existen. Aunque no es fácil ni labor de un día, la situación invita a no demorar el aumento de implicación de los ciudadanos y la exigencia a los políticos de democratizar el sistema.
Y el primer paso es sencillo y posible, activémonos.
Pamplona 20-03-2011